viernes, 8 de abril de 2011

De Cádiz y sus mitos

A través de Daniel Varo, profesor de español en la Universidad Lingüística de Moscú, y del Centro Virtual del Instituto Cervantes nos llega esta interesante historia sobre la fundación mítica de Cádiz escrita por José Manuel Pedrosa. Allá va:


La fundación mítica de Cádiz (1)


Por José Manuel Pedrosa



Cuesta decirlo, pero en España resulta más conocida la mitología griega, la egipcia, la hindú, la china o la azteca que la española. De hecho, si a muchos españoles les preguntasen al respecto, saldrían seguramente diciendo que la mitología española por excelencia es la futbolística, y se confesarían posiblemente ignorantes de cualquier otra.



Tal desconocimiento, o tal indiferencia, contrastan con la honda conciencia y con las profusas tradiciones míticas acerca de los orígenes de nuestra nación, de nuestras ciudades, de nuestros linajes, de nuestros topónimos, de nuestras palabras, que constituyeron una especie de obsesión colectiva durante la Edad Media y el Renacimiento. Épocas en que el poder político y las élites intelectuales intentaron dotar a España de una historia, aunque fuese imaginativamente fabulosa, que legitimase y reforzase unas identidades nacionales y locales que estaban entonces en azaroso e inestable proceso de construcción. Las fantasías etiológicas y etimológicas de muchos de nuestros cronistas de entonces alimentaron una muy prolija literatura seudohistoriográfica y seudomitográfica que el Siglo de las Luces y la emergencia de una ciencia histórica que se fue haciendo cada vez más empírica y positiva (y más arquelógica y paleontológica) a partir de él terminaron de enviar al desván de los trastos viejos de nuestro imaginario colectivo.



Entre todos aquellos preciosos pero indefendibles mitos acerca de nuestros orígenes había uno especialmente interesante y elaborado, cuya versión de referencia se halla inserta en el capítulo X de la Estoria de Espanna (compuesta en torno a 1270) de Alfonso X el Sabio, que fue seguramente la fuente y el motor principal de toda nuestra mitografía seudohistoricista medieval. Se trata del relato acerca de la fundación mítica de la ciudad de Cádiz, que la tradición situaba en los arcaicos tiempos del rey Espán (o Hispán), sobrino apócrifo de Hércules.



Según la leyenda que desarrolla la crónica alfonsí, en la antigüedad Cádiz era una isla inhabitable, que carecía de agua potable y se hallaba sobre un terreno lodoso e inestable, rodeada por el mar. El rey Espán tenía una hija única, la princesa Liberia, tan avispada como hermosa, que ofreció su mano al varón que fuese capaz de superar alguna de estas tres pruebas: cercar la villa con muralla y torres y edificar casas; levantar un puente por el que los hombres pudiesen acceder a la villa y ser conducida el agua; edificar calzadas que permitiesen sortear el lodo y circular de manera segura. Tres pretendientes concurrieron a la prueba: un príncipe de Grecia, otro de la isla septentrional de Escandia y uno más de África. Y cada uno eligió una obra. El primero que remató la suya fue el griego Pirus, quien edificó el puente y el canal que habría de conducir el agua hasta la ciudad. La princesa Liberia, al ver la obra acabada, consintió en casarse con él, pero le rogó, astutamente, que guardara el secreto hasta que los otros dos pretendientes hubiesen rematado sus obras respectivas. Cuando las tres labores estuvieron rematadas, se esposó Liberia con Pirus, y los otros dos pretendientes fueron enviados a sus países colmados de regalos. A partir de aquel momento, Cádiz quedó en condiciones no solo de ser habitada, sino de convertirse también en la capital del fabuloso reino de Espán, en la Hispania primera.



Como hito principalísimo de nuestra mitología patria, el relato que aparece en la Estoria de Espanna alfonsí merece ser mejor conocido y estar más divulgado. Asomémonos a él, en esta versión que adapto a la norma ortográfica moderna con el fin de facilitar su lectura:



De cómo fue poblada la isla de Cádiz y cercada y hecha la puente y las calzadas.



Este rey Espán había una hija hermosa que había nombre Liberia. Y era muy entendida y sabedora de astronomía, que la enseñara el que era entonces el más sabedor que había en España a esa sazón. Que lo aprisiera de Hércules y de Atlas, el su estrellero. Y por ende hubo con ella su acuerdo de poblar Cádiz.



Mas era lugar muy perigloso. Por tres cosas: la una porque no había allí abondo de agua; la otra por el brazo del mar que habían a pasar por navío; la tercera porque era la tierra tan lodosa que no podían allí llegar los omnes en invierno sin grande periglo de sí y de lo que traían. Y sobre esto hubo consejo con su hija, en qué manera podría poblar aquel lugar. Ella díjole que le daría consejo, solo que le otorgase que no la casase sino con quien ella quisiese. Y él, fiándose en ella y porque tenía que lo decía por su pro, otorgóselo.



Espán no había hijo ni hija que heredase lo suyo sino aquélla, y viniénsela pedir reyes y altos omnes de otras tierras. Lo uno porque era ella muy hermosa y muy sesuda. Lo otro porque había a fincar el reino a ella. Y muchos la vinieron pedir de esta guisa, con quienes ella no quiso casar. Y estuvo así un gran tiempo, de guisa que el padre iba envejeciendo. Y los omnes de la tierra temiéronse de su muerte, y pidiéronle merced que casase su hija, porque cuando él finase no fincasen ellos sin señor. Él díjoles que fuesen a ella y se lo rogasen. Y a él que le placería mucho. Ellos fueron y pidiéronle merced que casase, y ella otorgóselo. Y dijo que aunque había puesto de no casar sino con quien ella quisiese, que si a aquella sazón viniese alguno que le conviniese, que casaría con él, pues que ellos lo tenían por bien.



De si viniéronla pedir tres hijos de reyes muy ricos y con grande algo. El uno era de Grecia y el otro de Escandia; el tercero de África. El padre, cuando lo supo, plógole mucho con ellos, que los vio muy hermosos y apuestos y bien razonados. Y además supo que eran muy ricos omnes y por ende recibiólos muy bien, e hízoles mucha honra. De sí fabló cada uno con él, y pidiéronle su hija. Él díjoles que fuesen a ella, y de cual de ellos se pagase, que le placería a él y que se la daría.



Ellos hiciéronlo así como les él dijo, y fueron a ella, y después que cada uno hubo dicho su razón, díjoles ella que viniesen otro día y que les daría respuesta a todos en uno. Ellos maravilláronse porque los mandaba así venir todos en uno, y tuvieron que era escarnio, pero hiciéronlo así, y cuando vinieron otro día a ella, preguntóles que cuál de ellos la amaba más. Y cada uno dijo por sí que él. Entonces dijo ella que bien tenía que cada uno la amaba, mas en esto entendería que era así que hiciesen por ella lo que les diría, y cual de ellos antes lo acabase, que con aquél casaría. Ellos dijeron que les dijese lo que quería, que lo harían de buena miente.



Entonces mostróles que aquél era el lugar que su padre más amaba, y allí quería hacer cabeza de todo el reino, y que a menos de tres cosas no podría hacer. La una ser la villa bien cercada de muro y de torres, y haber allí ricas casas para él y para con quien ella casase. Y la otra de haber allí puente por donde entrasen los omnes a la villa y por donde viniese el agua. La tercera, que tan grandes eran los lodos en invierno que non podían los omnes entrar allá a menos de haber allí calzadas por donde viniesen sin embargo. Y de estas tres cosas, que tomase cada uno la suya, y el que primero que lo acabase que casaría con ella y sería señor de toda la tierra.



Ellos, cuando esto oyeron, tamaño sabor había cada uno de casar con ella que dijeron que lo harían. Y enviaron por muchos maestros y con el gran algo que trajeron metieron allí tan gran femencia, que a poco de tiempo fue cerca de acabado. Y el que primero lo acabó fue el de Grecia, que había nombre Pirus. Y aquél hiciera la puente y había todo el caño hecho para traer el agua. Y fuese para la dueña y díjole cómo había su obra acabada. A ella plógole mucho, y otorgóle que casaría con él, mas rogóle que no dijese que lo había acabado hasta que los otros hubiesen cerca de acabadas sus obras, y entonces que casaría con él. Y él y ella, que acabarían después más ligeramente lo que fincase. Él hízolo así, y atendió hasta que los otros hubieron cerca de acabado.



Entonces llamó al rey y mostróle cómo había acabado, y abrió el caño y dejó venir el agua a la villa. Al rey plógole y casóle con su hija, y a los otros dio muy grandes dones y enviólos de sí los más pagados que él pudo.



En esta manera fue poblada la villa de Cádiz y la isla que fue una de las más nobles cosas que hubo en España. Y tanto la amaba el rey Espán, que allí puso su silla y se coronó, e hizo la cabeza de toda su tierra. Y así lo fue en su vida.



Después de esto vivió el rey Espán poco tiempo, y fue mucho amado en toda España. Y hubo muy buenos años y mucho abundados en su vida. Y murió a veinte años después que Troya fue destruida la segunda vez. Y fue mucho llorado de los españoles. Así que algunos allí hubo que se mataron por él. Y otros que nunca quisieron reír ni haber alegría ninguna, ni vestir paño de color. Y fue soterrado en Cádiz.

2 comentarios:

  1. La mención no era necesaria. El mérito no es mío. Simplemente me gusta compartir las cosas interesantes que voy encontrando por este mundo saturado de información banal.

    De todas formas, muchas gracias.

    Estoy seguro de que todos tus alumnos quieren viajar a España y conocer Cádiz gracias a tu labor diaria.

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  2. ome, el verano pasado mandamos a 10, este curso a seis entre los dos semestres, ya estamos preparando el desembarco del verano 2011 y el del curso 2012. la verdá, no les voy a mandar a Madrid teniendo yo mi base de operaciones en Cádiz... (y eso que se me han escapado un par que han preferido Alicante, que no está mal, pero no es lo mismo). Intentaré estar atento a la segunda parte. Saludos desde Siberia.

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